sábado, 14 de marzo de 2015

¿Cuál será el momento de mi reclamo?
¿tendré amo en mi tormento?
Acostumbrado al sigilo,
paciente y esquivo,
será difícil dar forma y sentido,
sabiendo del tiempo,
entendiendo lo que he sido.

Tu próximo rival al alcance
Tu próximo deliririo, ese es mi destino

Espero que realce las curvas que admiro
allí donde un día todo cuerpo yace
Amargo y dulce sentíame antes
Ahora en cambio sólo y vacío

Tan cerca de la vanidad
tan lejos de la realidad 
Caminos paralelos,
sólo un desliz los hace encontrarse
sólo un rumor parece apreciarse

¿Es necesario tanto dolor?
Al dibujar mi derrota no he podido dejar de llorar
Será un requisito para entrar...
una prueba para quedarse
Quizás no me haga falta ni llamar,
quizás me aguarden tiempo ha

Pasó la niebla, sí...
pero no dejó tras de sí un ápice de mejora en forma de voluntad,
solo rencor y un poco de amor descontento.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Ayer por la mañana, martes 16 de diciembre, se celebró la Gala de premios I Play Station Awards España. Una fecha para recordar, sin duda, para todos los que hemos formado parte de este proyecto maravilloso. DogChild The Game se llevó el primer premio (mejor juego del año) y estuvo, además, nominado para otros 3 más. La experiencia fue brutal!!! Menudo equipo de cracks al que nos hemos arrimao!!




Además de dar las gracias al jurado y al equipo de organización, así como a todos los nominados y presentes en el acto, queremos, desde soNido de Ideas, reconocer y agradecer este premio a una persona muy especial. Desde que concibiera la idea de DogChild en su cabeza hasta que ha podido llevar a cabo el proyecto han sido, que yo sepa, 2 años y medio de duro trabajo, largo sufrimiento, vastos sacrificios y mucha, mucha, mucha ilusión y empuje para continuar adelante y llegar a cumplir un sueño. Ese sueño se hacía realidad ayer a eso de las 13:20 h en la Fundación Rafael del Pino (Madrid) y, de verdad, lo merecía. Por su entrega, por su buen rollo y buen hacer, por su humildad, por su genialidad y creatividad y por la ilusión y energía que transmite a quien está cerca. Es un ejemplo a seguir por todos en un tiempo en el que mantenemos reprimidos nuestros anhelos y nuestras esperanzas por miedo a... ¿a qué?: a arriesgar, a qué dirán, a no llegar, a sacrificar, a renunciar e incluso miedo a conseguir lo esperado. Miedo, miedo, miedo. Todo lo demás son excusas.
Basta ya!!! acaso hay que aceptar eso de que unos han nacido para ser neurona y otros para ser pelo de culo? Cada uno sabrá responderse. Yo, desde luego, me limito a tomar nota y ejemplo de lo mejor que hay a mi alrededor. Y eso es suficiente.

Gracias por dejarnos formar parte de esto, gracias. Un abrazo Darío Ávalos






lunes, 29 de septiembre de 2014

EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS TÚ SI...

Parte 4

  Pom, pom...pom,pom...
  Vista nublada, tacto ausente. No había olor ni gusto en el ambiente. Solo el latido acompasado de su corazón. De menos a más, acompañándolo en su vuelta a la escena. Pom, pom...pom, pom... 
  De nuevo la voz del roedor irrumpía en su letargo:
- ¡Yona!, ¿qué tal te encuentras?, ¿me oyes ahora verdad?. Chicos creo que está recobrando la conciencia.

  Ya no distinguía lo que había sido sueño, realidad o ficción en las últimas horas. Quizá aquella bestia había sido producto de su imaginación, la verdad era que no distinguía entre lo ocurrido antes o después. Estaba tan confuso que no tenía fuerzas ni voluntad para tratar de razonar lo que estaba viviendo. De forma automática abrió los ojos, sabiendo que vería a sus tres amigos enfrente, preocupados y esperado escucharle un: estoy bien.  

- ¿Jaro, eres tú? - preguntó Yona
- Ah, veo que estás bien chico. Reconoces a este otro joven entonces. Nos tenías con el corazón en un puño - intervino Añarasum.
- ¿Cuánto tiempo llevo desmallado, dormido o...no sé?
- Tranquilo Yona, no te ha pasado nada grave. Te diste un golpecito en la cabeza, te saldrá un chichonazo que ya verás, jejej - tranquilizó a Yona el otro chico.
- ¿Qué demonios haces tú aquí Jaro?, no decías que no entrarías en el bosque nunca. Te acordarás de la cantidad de veces que me has dicho eso. Bueno, total qué más da. Me alegro de verte. ¿Has visto a mi madre  esta tarde?, estará cabreada. Me va a caer una buena.
- ¿Cómo dices?, ¿de qué bosque hablas Yona?. Chicos ayudadme a levantarlo - dijo extrañado Jaro.

  Yona miró a su alrededor. Ni rastro de los árboles, arbustos, lago, hierva. Estaba en el patio de la escuela. Esos muros eran inconfundibles. Casi podía leer desde esa posición su firma labrada con el compás en el hormigón a unos diez metros de él, junto a la puerta de acceso al gimnasio. Su confusión era tal que no pudo articular palabra. Tan sólo paseó la mirada, dolida por un extraño brillo más propio de una luz artificial, digiriendo lo que estaba pasando. Todos sus compañeros de clase estaban presentes, rodeándolo y haciendo bruscos movimientos jactándose de risa y señalándolo. Lo verdaderamente extraño era que no podía oír sus risas ni sus palabras. Sólo veía sus cuerpos, sus expresiones. Le hacían sentir un ridículo monumental, pero no hacía nada por evitarlo. Sentía un extraño magnetismo visual hacia la cara de sus espectadores. Iban pasando por sus retinas de forma relentizada y detallada, con una clara intención de ofenderle y ridiculizarle. Parecían multiplicarse en número y ya no podía ver nada mas allá de aquellos rostros. Estaba absolutamente rodeado de compañeros que se jactaban en silencio de él. Podía ver a Sebas, su compañero de laboratorio los martes, enfrente de él, señalando con el dedo su posición y con una mueca forzada en su boca que evidenciaba una carcajada tal que podía llegar a desencajarle la mandíbula. Lo curioso es que podía ver a su amigo también tres o cuatro filas de personas más atrás. Y también a su derecha e izquierda. Se repetía su imagen por todas partes, y lo mismo pasaba con Tesio, Jorge, Raco, etc...
  La escena era muy confusa para Yona, seguía sin poder decir una palabra. Un estado de ansiedad crítico fue apoderándose de sus pensamientos. Aquellas figuras parecían aumentar su tamaño cada vez más, llenando todo el espacio, cruzándose en su mirada en cualquier dirección. Volvían los dolores de cabeza. Sus pensamientos giraban como una turbina difuminando toda claridad de formas y perfiles. Tuvo un momento de lucidez en esa niebla de sensaciones y se dio cuenta de que esos dedos y rostros impostores no le señalaban directamente. No le seguían en sus movimientos de cabeza ni parecían reaccionar a su sorpresa ni preocupación. Lejos de tranquilizarle, aquello le sobresaltó aún más y se retiró unos metros a rastras hacia atrás. Se echó las manos a la cabeza y frotó con empeño su cara antes de volver a mirar a su alrededor. Cuando levantó la vista confirmó sus sospechas. Nadie le señalaba directamente ahora. Seguían obcecados mirando, riendo y apuntando con el dedo hacia su anterior posición. Yona parecía ausente en aquella escena. Eran dos relatos distintos que se encontraban en el espacio y no el tiempo. Lo extraño es que esa sensación de sentirse señalado, culpado, sometido, ridiculizado, le era muy familiar y sentía que había parte de él que seguía en ese centro de las miradas. Lo que estaba pasando sobrepasaba toda capacidad de razonamiento y ahora estaba a merced de una sensación tremenda de ignorancia y desconcierto. Un vacío tal que le impulsaba a empezar de cero, a reescribir sus creencias y meditaciones. Algo o alguien parecía estar guiándole en ese laberinto de fantasía y confusión. Más allá de todas las irrealidades que estaba percibiendo había algo, una extraña convicción de que aquello estaba sucediendo por alguna razón concreta, que le ayudaría a resolver el rompecabezas que se había planteado en su cabeza.
  De repente vio algo que le sacó de sus reflexiones. Había una persona caminando entre sus compañeros con el paso y la mirada fijos en una dirección contraria al resto de los presentes. No podía ver su cara pero sí reconocía una larga melena castaña que reposaba sobre su espalda, siendo evidente que se trataba de una mujer. Sin duda sabía quién podía ser. Se levantó y empezó a caminar hacia ella. Ahora percibía también unos andares demasiado familiares. No hacía falta ver más, era su madre. El chico apretó el paso, empujando a sus compañeros que parecían atrapados en una realidad anterior y seguían riendo y señalando el lugar donde había estado él tumbado. La figura femenina parecía alejarse cada vez más entre la multitud. Gritó su nombre mientras luchaba por abrirse paso entre aquellas esculturas animadas. Recriminó su cruda indiferencia.

- ¡Mamá!, por qué no me respondes. ¡Para por favor!. ¡Mamá!.

  Cuando ella estaba apunto de doblar la esquina giró su cabeza hacia el chico, quien se quedó paralizado al ver quién era. El pelo, la forma, los movimientos al andar, todo le recordaba a su madre, sin embargo la cara no era la de ella sino la de su padre. Esto terminó por confundirle del todo. Qué demonios estaba sucediendo. Volvió a achacar todo a un sueño, pero era demasiado evidente y real lo que estaba viviendo. Seguía invadiéndole esa sensación de que llegaría a comprender todo aquello, de que estaba yendo por el camino correcto a pesar de todo aquel mar de dudas e ideas distorsionadas. Siguió caminando hacia el ente que mezclaba rasgos de su madre y su padre. Éste se adentró en un portón grande, metálico y bastante descuidado. Aquella no coincidía con ninguna de las puertas que daban al patio del colegio, donde se suponía que se encontraba Yona. El escenario había cambiado y todo era sombrío en su entorno. Habían desaparecido sus compañeros a su espalda. Parecía no haber ocurrido nada de lo vivido instantes antes. Había un camino de tierra que partía desde el portón y se perdía en el horizonte en la dirección de la que venía el chico. Dos figuras se reconocían caminando hacia él desde la lejanía, una de tamaño normal y otra extremadamente bajita. La segunda era Añarasum, sin duda. La otra era un hombre vestido con bata blanca, desconocido para Yona, de la edad de su padre más o menos. Había algo en él que le atraía. Al mirarle sentía alivio, parecía ser portador de las respuestas que andaba buscando. Cuando llegaron a su altura el hombre sonrió ligeramente y le miró de una forma muy cómplice. Tanto es así que pudo reconocerle con ese gesto. No conocía nada de ese hombre pero sabía que podía confiar en él. 

- Hola Yona, nos ha costado mucho llegar hasta aquí, el camino ha sido largo.

... continuará


miércoles, 16 de abril de 2014

  La semana pasada tuve el gusto de asistir en esta grabación a Manolo Gama de Taller de Ruidos. Un experiencia sin precedentes para mí, aprendiendo in situ de un maestro de esto del sonido y disfrutando de un instrumental de grabación exquisito que atesora este señor, con Neumann U67 a la cabeza (alguno de ellos, y digo bien con alguno de ellos porque atesora varios, originales Telefunken).
  No hizo falta más que mirar para aprender algunos truquillos (absolutamente caseros además, lo cual me gustó más) y recursos para optimizar una grabación que, a priori, pintaba horrible por las condiciones de la sala y demás factores.
  Muchas gracias y un placer.




















  
  Muchas gracias al maestro Manolo Gama por darme la oportunidad de echarle un cable. Hace un par de semanas, antes de esto del Colegio Senara, le pedí insistentemente poder asistir a una de sus grabaciones. Accedió encantado y a los 2 días estaba en Avenida de América madrugado y listo para una mañana de mirar, escuchar y callar. La sorpresa es que me encontré en casa de una eminencia clavecinista: María Teresa Chenlo. Y disfruté de un momento mágico para mí, habitual para Manolo y para María Teresa, escuchando un instrumento que tenía un año más que yo de vida y sonaba como los ángeles, no digamos a través de los U67 que portaba el maestro.
  Nunca podré agradecer bastante estos momentos. Gracias amigo.

lunes, 7 de abril de 2014

DORMIDO

Me ha pasado:...
verte en tiempos de otro sentido.
Y no doy crédito a lo que veo,
tenerte cerca y lejos a la vez,
lazos de desesperanza decorando el encuentro.

Si hubiera sido capaz de imaginar lo que podía ocurrir
de ningún modo hubiera dejado pasar el tiempo,
de ningún modo hubiera dejado de sentir tus labios,
y tu risa, y tus lamentos e insomnios justificados.
Ahora sólo perdóname y déjame demostrarte que puedo ser quien quieres que sea,
aunque no sea eso lo que quieres realmente.

No es fácil demostrar todo aquello que pensamos,
sobre todo para quienes atisban un final cercano y profano.
En la inmensidad del odio radica el siervo del destino.
Venzamos pues la ira de la voluntad y cosagremos nuestra promesa de un futuro mejor...
Una promesa perdida, sí, pero en espera de un rencuentro capaz de remontar los vientos que acostumbran a devolver a puerto los barcos que se echan a la mar,
una promesa de vida.


SENTIDA

¡Qué casualidad!,
he vuelto a retomar la tinta en tiempos de gloria.
Tu vida me da asco y me encuetras herida, sentida,
dolida y mustia.
Tan sólo podrías hacer mella en mi alma mordiendo mis labios,
tomando mi pluma.

¿Sabrías dar forma a mi vida, a mi carma?.
En lugar de eso tratas de abrir la herida.
Si no más pudieras hacerme tu amiga,
conformaríame yo en mi puesta de novia.

¡Y qué día!,
qué noria,
que ingesta de euforia.
Si vuelvo a ser libre de pensar en prosa
quizá te describa mis versos a solas.

¡Qué verdad!,
qué mentira,
que viento me asola.
Ya no te diría cuánto me dolía 
y cuánto me sonroja.

Te pido y me despido:
quiero ser tu futuro y tu duda,
tu vida en piel y en alma mientras viva.

Y deja que te diga,
y espero que me digas.


SOMOS

Que tengamos o no tengamos una razón de peso,
no es por miedo que no quiera oírla,
es por suerte que no incida en nosotros la duda.
Qué mejor futuro me augura, y espero que te augure, en esta nuestra vida.

Hay cosas que no se pueden describir
y esta es una de ellas.
El amor que me has dado, que nos hemos dado, no es...no es fácil, no.
Es difícil, es muy difícil de explicar. Las imágenes me ciegan y rompo a llorar.

No te oiría una excusa, de no ser por mi arrogancia,
no te haría yo maldita en tu falsa ignorancia.
Si no te diera costancia de una cruel rebeldía...

Amor en fruto y dolor
de una triste noticia.
Sabor de nuestro recuerdo
y fuertes lazos de ilusión y sueños de alegría.

10 años felices en nuestra historia.

martes, 11 de marzo de 2014

Rubor del alba,
reflejo del sí no de tu destino.
Ensimismado tesoro ajeno
que cubre con suave tejido
los frutos del esfuerzo.

Recta es tu figura
que describe en la altura
los ecos del silencio.

Rectos tus vuelos de exhibición,
franco tu desdén.

Quizá en esta tarde apacible
pueda ver, pasado el invierno,
distracciones del reencuentro. 

jueves, 13 de febrero de 2014

EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS SI...

PARTE 3

...¡oh no!, maestro, vamos, escondámonos en las rocas, ¡es él! - gritaron Zinrodoc y Pito casi al unísono.
- Pero ¿qúe pasa?, ¿quién es él? - preguntó Yona al tiempo que emprendía la carrera junto al resto de acompañantes hacia un gran bloque de piedras que había a unos cien metros -. ¿Qué son esos ruídos, son pisadas?, ¿parecen pisadas?. Pero...¡de algo muy grande!. ¡Tiembla el suelo!. ¿Qué es eso señor Añarasum...
- ¡Corre Yona!, no mires atrás. ¡Solo ponte a salvo! - voceó el viejo Añarasum entre jadeos por la falta de aire durante la carrera.

  Yona corrió cuanto pudo hasta llegar a las rocas. Sin duda los gritos de Añarasum y el vuelo despavorido de sus amigos le habían alertado sobremanera, de tal forma que olvidó prácticamente la seguridad del resto hasta que creyó estar a salvo. Entonces se dio cuenta de que los otros no habían llegado. El ruido de pisadas era mucho mayor y cada vez más próximo. Intentando recuperar el ritmo de respiración, hiperventilando hasta casi marearse, se volvió hacia el camino recorrido.

- ¡ No!. ¡Corra señor Añarasum!, ¡corra! - gritó Yona histérico ante lo que estaba viendo -. ¡Está alcanzándolo, corra!.

  Lo que venía corriendo hacia él, a punto de dar caza a su viejo y reciente amigo, era una criatura gigantesca humanoide que hacía unos movimientos terroríficos agachando la cabeza y ladeando su cuerpo al tiempo que corría. Entre la emoción y el desconcierto del momento fue capaz de apreciar un tremendo parecido entre esa bestia y un trol de peluche que tenía desde hacía años. Antes de que Yona pudiera reaccionar, el coloso se puso a la altura de Añarasum y lo volteo con su tremenda mano hasta que el viejo roedor quedó tumbado a merced de aquel monstruo. Sin vacilar ni un instante, aquel engendro tomó el pequeño cuerpo con dos de sus deformes y enormes dedos y se llevó su presa hasta la boca, devorándolo sin piedad.

-¡No!, ¡Añarasum!, ¡dios! - balbuceo entre gritos y sollozos el chico.

  La horrible criatura se percató de su presencia por los gritos de terror y llantos y se puso en marcha hacia él. Yona pudo distinguir como se relamía los labios ensangrentados antes de darse la vuelta y empezar a correr como nunca antes lo había hecho. Tremendos escalofríos recorrían su columna vertebral. El nivel de excitación era tal que sus músculos y articulaciones estaban funcionando con una sincronía mecánica casi perfecta y más bien parecía que volara y no que corriera, ligero y potente. Corrió y corrió hasta que llegó a un pequeño claro florecido y regido por un bello y ovalado lago que interrumpió su concentración y empeño en la huída. Detuvo entonces el paso para mirar atrás con la esperanza de no encontrarse con el depredador acechando aún. En efecto, no había ni rastro de la bestia. Ni siquiera las vibraciones de las pisadas de aquel ogro gigante se podían apreciar ya. Así que Yona se detuvo e inclinó su cuerpo hacia adelante, apoyando sus manos en las rodillas, para poder respirar y recuperarse del trance. Sin apenas claridad de ideas, a causa del excesivo bombeo sanguíneo desatado en su cerebro, tuvo la visión del trol devorando a su amigo y rompió a llorar mientras se dejaba caer hasta el suelo, recostando su cara en la hierva y sembrando de lágrimas aquella tierra incierta. Ahora se acordaba de las advertencias de sus padres y de las terribles vivencias contadas sobre aquel lugar. ¿Por qué Añarasum y los demás se habían extrañado tanto cuando les habló de seres monstruosos que se decía habitaban en el bosque?, casi haciéndole parecer un cándido crédulo por atender a esas bobadas. Desde luego ellos conocían de la existencia de la bestia porque le habían alertado a él al oír los pasos.
  Cayó en la cuenta de que no solo había perdido a su amigo roedor. Los dos entrañables pajaritos tampoco habían dado señales después de lo ocurrido. Le invadieron nuevamente sentimientos de tristeza de pensar en un fatal final también para ellos y no pudo sacar fuerzas para levantarse y pensar en qué hacer para salir de allí y volver a casa lo antes posible.  Los lamentos empezaron a nublar sus pensamientos y su vista se fue apagando. Estaba teniendo una sensación extraña y placentera a la vez. Nada parecía importar de repente, sus preocupaciones se difuminaban en el olvido y una deliciosa sensación de relajación le invadió, hasta tal punto que creyó estar levitando en el aire, bueno más bien en el espacio, porque no parecía tener el tacto del aire ni de nada, tan sólo podía apreciar la inmensidad del vacío. Podía ver su cuerpo desde fuera, como espectador de la realidad, algo realmente extraño y familiar a la vez. Después de eso perdió el conocimiento y entró en un túnel vertiginoso repleto de sueños y escenarios confusos, mezclando sus traumas recientes con situaciones familiares, extraños seres uniformados con batas blancas, enormes salas frías y desoladas que de repente aparecían repletas de gente moribunda que le atormentaban, y un sin fin de irrealidades terroríficas.

-Oye, Yona, ¿Estás bien?, respóndeme - alguien abofeteaba sensiblemente su cara para reanimarlo -. No sé, chicos, creo que no despierta. ¿Qué opináis?.

  Yona entre abrió los ojos y percibió una pequeña silueta junto a él. Al fin pudo ver con claridad y reconoció, o creyó reconocer, a Añarasum, la pequeña musaraña que había visto morir hacía...no sabía cuánto tiempo porque tenía la sensación de haber dormido una eternidad. Se sobresaltó y se puso de rodillas primero y de pié de un salto después.

- ¡Añarasum!, ¿eres tú? - preguntó Yona. Sus dudas se despejaron al ver a los dos alados revoloteando ahora alrededor suya -. ¿Y vosotros?...

- Tranquilo Yona, has tenido una extraña reacción al ver quién venía y has perdido el conocimiento. Ahora descansa un poco y reponte del lance - aconsejó el sabio Maestro.

- Pero, ¿qué dice señor?, ¿cómo que una extraña reacción?...¿y qué pasa con ese monstruo?, pero ...si tú estás m... ¡Qué demonios pasa señores! - el chico dio vueltas desesperado llevándose las manos a la cabeza -. ¡Oh!, qué dolor de cabeza.

- Relájate joven, has de reposar un poco. Después veremos todo más claro y llegaremos a una conclusión sobre lo que ha pasado. No te preocupes.

- ¡Que me relaje!, verlo más claro. Pero de qué está hablando. Esa bestia venía hacia nosotros y le alcanzó a usted. ¡Por todas las tormentas!, ¡yo vi cómo se lo comía!. Oh, no, qué es esto...

- Yona siéntate, tienes que dejar de angustiarte, ven aquí a mi lado.

- Sí Yona, olvídate de todo ahora. Sólo siéntate y descansa un poco - se sumó preocupado el pequeño Pito.

- ¿Que me olvide de todo?, ¿acaso es una broma? - replicó Yona excitado. Todo le daba vueltas y no podía pensar con lúcidez. Se estaba mareando y perdía la estabilidad de sus cuerpo.

- Espera, Yona, tranquilo.

- Dejadme en paz, ¿qué es esto?

- ¡Yona!. ¡Ayudadme chicos!.

  El chaval cayó desplomado inconsciente. No tuvo tiempo ni de intuir la trayectoria de la caída y el golpe en la sien fue muy fuerte. De no ser por la hierba las consecuencias habrían  sido mayores. 

  ...continuará   

miércoles, 16 de octubre de 2013



Alma invadida
sed de frescor
Algo que llene 
mi copa de amor

Credo sin esperanza
lienzo sin color
mueca sin engaño
vuelco al corazón

Quién suspira en el infierno
Quién seduce al dolor
con jardines de Adonis
por testigos de la pasión

Quién descubre el misterio
Quién arranca el valor
Quién me da la espalda
cuando hablo de emoción

Solemne discurso, bravo y seguro,
cuando se trata de acercar posturas
Puede que finja ternura
y levante un muro
Puede que se aclaren las dudas
de mi futuro

Viento y marea 
se proponen codiciar
Hoy no es día calmo
Hoy no saldré a la mar

En lugar de eso 
me acuesto junto a la chimenea
esperando en el tiempo
al fuego que no llegó
Dibujando en el aire
las cenizas que revolotean
con todo su esplendor

Y es que puede que no haya mañana
al menos no como hoy
Y puede que el ayer 
sea un espejo de lo que pudo ser
un espejo que me robe la ilusión

No soy más que un ingrato
rudo y falso en la ambición
corto y parco en el amar
Y no conservo ningún sueño
que me ayude a respirar,
que me sirva de consuelo
y dejaré de caminar

Y no son solo los sueños
es también en el hablar
en el reír y en el mirar
Que no me apetece nada que no me apetezca
y casi muero a voluntad

Profundo se hace el suspiro
si retrato un despertar
Angosto se hace el camino
y dejaré de caminar



EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS SI...

PARTE 2

... - ¡Maestro!, ¿está bien?. ¡Por Tutatis!, ¿qué podemos hacer por usted? - gritaba Pito ensordeciendo al personal.
  Yona atendía perplejo. Había llegado a aceptar que esos animales hablaran. Pero hacer referencia a deidades Celtas, eso ya era demasiado, pensó.
- ¡Cállate!, por todos los sauces - intervino Zinrodoc -. No ves que se va a poner peor con tu nauseabunda voz de pito, maldito psicópata. Podrías hacernos un favor y...
- ¡Psicópata!, ¿te parece apropiado llamarme a mí psicópata?. ¿Acaso conoces a alguien que se preocupe más por los demás aquí?. Y me lo dices tú, rufián insensible.
- Sí, psicópata e inaguantable. No te soporta ni tu sombra.
- Anda que mira quién fue a hablar...
- ¡Chicos!, ¡silencio! - sentenció Yona -. ¿Podéis dejar de pelear por un momento?. Aun no nos ha podido decir este pobre roedor lo que le pasa.
- ¡No es un pobre roedor!. Es el Maestro del bosque, el gran Añarasum - dijo Zinrodoc aleccionando.
- Tranquilo joven. Lo de estos dos no tiene remedio - confesó la musaraña entre lamentos a Yona -. Lo más probable es que un día nos den un disgusto a todos.
- Señor, ¿está usted bien? - preguntó más calmado el alado.
- ¡Oh sí!, muy bien. De hecho estoy mejor que nunca - respondió tras un pequeño ataque de tos rasgada que pareció haber puesto fin a su sufrimiento -. He trabajado duro toda la vida por mi familia y por todos los habitantes del bosque, he tratado de dar ejemplo y de transmitir toda mi experiencia a los que me rodean. Ahora, con la certeza del trabajo bien hecho, solo me queda ser un simple espectador de mis últimos coletazos. Así que puedo decir que, a pesar de estos dolores cada vez más frecuentes, me encuentro muy bien. observaré cómo pasa el tiempo y descansaré... ¡qué pasa chico!, parece que hayas visto un fantasma. ¿Estás bien?.
- Claro... es que... verá, esas mismas palabras son las últimas que escuché a la abuela Telma - continuó Yona -. Eso de: con la certeza del trabajo bien hecho, solo me queda ser un simple espectador de mis últimos coletazos. Es exactamente lo que me dijo la mañana del día que falleció. ¿Qué coincidencia no?, no importa. Disculpe por haberle interrumpido.
- ¿Cómo te llamas Joven? - preguntó Añarasum.
- Se llama Yona y vive muy cerca de aquí. Suele jugar en la cabaña de madera que le construyó su padre - intervino Pito.
- Pero... ¿cómo sabes todo eso?. Yo no te he contado nada de la cabaña, ni de mi padre.
- Te llevo viendo hace mucho tiempo jugar allí. También vi cómo tu padre construía esa caseta. Era divertido miraros jeje - dijo Pito.
- ¡Ah!, bueno... en realidad tiene razón - recapacitó Yona dirigiéndose a Añarasum -, me llamo Yona y vivo con mis padres y hermanos al otro lado de las tierras que quedan por allí - señaló con el dedo de forma orientativa, pues el mar de troncos hacía difícil situar su posición -. Vengo a jugar muy cerca del bosque casi todos los días. Como ha dicho Pito mi padre me construyó una cabaña de madera, bueno yo también ayudé, y me encanta pasar allí las tardes.
- ¿Cómo es que nunca antes habías entrado en el bosque? - preguntó el Maestro.
- Pues... verá. Mis padres me lo tienen prohibido. Y además están todas esas historias.
- ¿Historias?, ¿qué historias? - preguntó Zinrodoc.
- Bueno... ya saben. Sobre este bosque.
- ¡Sobre este bosque! - se extrañó el gallináceo -. ¿Y qué historias son esas si se puede saber?.
- Son muchas. Cada uno cuenta una distinta. Casi todos los que han entrado han perdido la cordura y ahora son atendidos por el sanitario del pueblo casi a diario. El otro día oí una conversación entre la señora Covac y mi madre. Contaba la primera que su marido ya no era el mismo. Tenía horribles pesadillas y estaba atormentado por imágenes de terribles fieras descomunales que le habían atacado aquí, de un tamaño similar al de un caballo con enormes dientes y garras afiladas. ¿Es eso cierto?, ¿hay criaturas de ese tipo por aquí?.
- Tú no lo creíste, ¿verdad? - dijo Añarasum -. Si no no habrías venido.
- Lo cierto es que no. Ni esa ni otras historias que aparecen cada semana, pero algo tiene que pasar a toda esa gente.
- ¡Ah!. ¿Y qué crees que pasó entonces esa y todas las veces?.
- Bueno... no sé. Tal vez solo veamos lo que queremos ver y no lo que ven nuestros ojos. Aquellos hombres parecían estar desquiciados ya de antes de entrar aquí.
- Excelente Yona. Eres un chico muy inteligente. Es algo que nos pasa a menudo a todos, ¿verdad?: solo vemos lo que queremos ver. Nada puedo decirte sobre esas bestias que describen algunos, pues nunca he visto nada parecido por aquí. Pero no quiero decir con eso que aquella gente mintiera. Te sorprendería lo incrédulos que podemos llegar a ser ante la evidencia cuando se trata de aceptar la realidad tal y como es y no como nos gustaría que fuera.
- Ya lo creo - dijo Yona.
- ¿Crees que es pura casualidad que tu abuela dijera esas palabras antes de dejaros y que yo las haya reproducido ahora?.
- El tío Ben dice muchas veces que no existen las casualidades, solo las causalidades entrelazadas. Y yo creo que no estoy aquí hablando con ustedes simplemente por haberme decidido al fin a venir al bosque. Es más, hay algo en todo esto que me es muy familiar, más allá de lo extraño que se me hace hablar con ustedes y comprobar la vitalidad que se percibe en este lugar. No sé... siento que he hecho bien en venir por alguna razón que se me escapa. Y que usted haya dicho eso antes solo ha confirmado mis sospechas.
- Yona, ¿qué harías si te dijera que yo conocí a tu abuela Telma y que estuve a su lado hasta el último momento, a pesar de que tú no me vieras nunca?. ¿Te irías corriendo a casa verdad?. Y pensarías que ha sido un error venir.
- No, señor. Como le he dicho, siento que debo estar aquí. Y creo que no tengo por qué tener miedo. Al menos eso creo.
- Bien. Entonces conozcamos un poco más este bosque y veamos si hay más claves que puedan dar sentido a esa fe que describes.
... continuará.

martes, 24 de septiembre de 2013

    EL PEQUEÑO YONA Y EL BOSQUE DE QUÉ HARÍAS SI...

PARTE 1

  Érase otra vez un bosque animado, dotado de algo más que plantas y árboles que crecen y mueren para dar paso a otras generaciones, de algo más que animales que se comen esas plantas y esos árboles y animales que se comen a esos animales, de algo más que luz y noche y sabores agridulces de primaveras y otoños, de algo más que un simple y racional ritmo biológico que apresura los acontecimientos, de algo más que humus en el suelo y copas en lo alto; en definitiva…de algo más.
  Más cerca, desde luego, del bosque descrito por Wenceslao e interpretado por Cuerda, con certera ironía, que de un bosque normal en el que todos podríamos pensar. Pero ni aun así la comparación sería en nada correcta.
   No se consiguió nunca testimonio alguno de alguien que hubiera estado en él que no fuera cercano a la locura o, cuanto menos, a la incongruencia. Pero… algo debían ver aquellos viajantes aventureros que se adentraban en su espeso follaje pregonando bienaventuranzas y descubrimientos y salían largo tiempo después, a veces lustros, confundidos y exhaustos por una experiencia que en nada se parecía a lo que encontrar pretendían en su hazaña.
  Pues bien, a pocos metros de una de las lindes de ese bosque mágico jugaba a ser explorador Yona, un chiquillo bondadoso, solitario, soñador, tenaz, algo travieso, gurriato en comparación con sus amiguetes y muy listo. Vivía con sus padres y hermanos mayores en una modesta granja a poca distancia y tarde tras tarde no faltaba a su cita de ocio en la cabaña que su padre le había construido al otro lado de la labranza del cortijo, muy cerca del bosque, apenas a cien pasos. Allí jugaba a ser buscador de tesoros arqueológicos, cosas que leía en sus libros de aventuras e historia.
  Y no sería por falta de dictados de sus padres que un día decide Yona desobedecer las restricciones de estos y se dispone a adentrarse en aquel mar de hojas y troncos. Tesio y Lerma habían sido implacables respecto a eso. - Jamás debes acercarte al bosque Yona, jamás - le habían repetido en numerosas ocasiones. Pero su testarudez unida a su inquietud vivaracha le hizo quebrantar esas exigencias y pasar a la acción. ¿Serían ciertas todas esas historias y fábulas que contaban sus compañeros de escuela sobre aquel lugar?. Él siempre recelaba de éstas y aquellas y más cuando preguntaba al cronista si había estado allí alguna vez y nunca obtenía un sí por respuesta. Siempre era un - no, pero mi tío Joel dijo que… -, o si no un - no, pero mi abuelo me contó que… -.
  No eran más que unos alcahuetes e ignorantes para Yona. Y era momento de comprobar en primera persona tal fuente de chismorreos. Además, encontrara lo que encontrara, el simple hecho de la prohibición era un dulce demasiado apetitoso para el muchacho y el notable cosquilleo que presentaba su estómago cuando estaba a punto de cometer el delito bien valía el par de azotes de su padre esa noche si se enteraba de lo ocurrido.

  Apenas había penetrado en el lugar, braceando en los primeros pasos para franquear la maleza y el cúmulo de ramas que parecían escudar la entrada, se posó sobre su hombro derecho un tierno pajarito tras revolotear unos instantes indeciso alrededor de su cabeza. Se parecía a un periquito que años atrás habían tenido en su casa. Era lucido, esbelto, con un plumaje precioso y aterciopelado al tacto, con tonos amarillos y naranjas mezclados con verdes y violetas en una composición casi perfecta. Se diría que no hacía extraño al chico porque lo cierto es que irradiaba una confianza y una tranquilidad desconcertantes reposando en su cuerpo mientras Yona andaba evaluando el terreno.
   De repente escuchó una voz muy aguda, quizá alterada por algún artilugio pero desde luego imposible de articular por las cuerdas vocales de cualquier persona que conocía. Lo más parecido que había oído era la voz de una ópera que escuchaba algunas veces su padre en su retiro diario en el sótano de casa. Al parecer le habían cortado sus partes más íntimas a ese pobre desdichado y por eso cantaba así. A Yona eso le parecía un poco raro pero lo decía su padre y todo cuanto él decía le merecía, al menos, un respeto. Volteo su cabeza tratando de orientar sus pabellones hacia el sonido pero siempre venía del mismo lugar, incidiendo directamente en su oreja derecha como un percutor. Le hacía vibrar hasta el último cilio de su cóclea y le provocaba instantáneas cefaleas repentinas. Sin duda era bastante desagradable. Trató de pasar por alto lo incómodo del soniquete y se centró en comprender lo que escuchaba. Parecía claro, esa voz decía: - ¡Oye, oye, que estoy aquí! -. - ¿Dónde, dónde estás? - preguntó el niño. Y tras repetirse mutuamente esas palabras ambas voces, Yona se dio cuenta de que era el dulce pajarillo quien estaba hablando. No daba crédito. ¿Cómo era posible que ese ave hablara?. Estaba soñando. Sí, seguía en su cama plácidamente dormido y no tardaría mamá en cachetearle el trasero para despertarlo. O al menos era mejor pensar eso que asimilar lo del pájaro parlanchín. Pero aquel bribón seguía de palique. ¿Cómo era posible que hablara un puñetero periquito?. ¿Y cómo era posible que tuviera una voz tan desagradable?. Le estaba amartillando el tímpano sin piedad.

- Eh, eh, que sí, que soy yo quien te habla.
- Bueno está bien, acepto que esté hablando siendo un periquito a pesar de todo cuanto aprendí en la escuela. Pero, por favor, podría usted hablar un poco más bajito - dijo Yona.
- Es que parecía que no me escuchabas. Y no soy Periquito, me llamo Pito - dijo el entrañable alado.
- ¡Hombre!, muy apropiado, si me lo permite.
- ¿Por qué?
- No, nada. ¿Pero qué pasa que en lugar de piar usted habla?. ¿Cómo ha aprendido? - preguntó Yona.
- No sé, supongo que escuchando a mis padres - contestó Pito -. Fue fácil. Y, por favor, te pido que me tutees.
- ¡Cómo!, ¿es que tus padres hablan también?. ¡No puede ser!. Solo los loros y pájaros así pueden hablar.
- Jajaja, de eso nada. Aquí habla todo el mundo. También los árboles - replicó el ave chistoso -. Por cierto, no me has dicho tu nombre…
- ¡Los árboles! - interrumpió el niño -. Jajaja. Solo eres un pajarito chiflado. Cuando encontremos a tu dueño se va a cabrear por haberte escapado. Seguro que le costó mucho esfuerzo enseñarte a hablar así, así de … claro - dijo sarcástico.
- ¿Qué dueño?...
- Haremos la prueba. Si eres capaz de decir algo más de lo que te hayan enseñado a base de pan duro y pipas de girasol me podrás contestar a esta pregunta: ¿de qué color es la resina que hay dentro de este árbol? - preguntó Yona dejando de caminar y tocando el tronco más cercano.
- Y…¿por qué quieres saber eso?. Creo que amarilla, o marrón, o algo así. Pero te lo podrá decir mejor Paquito.
- Pero…¡Está razonando!. Ahora si que estoy soñando. Y…¿quién es Paquito? - espetó Yona incrédulo.
- ¿Paquito?. Es un pájaro carpintero que vive en aquel árbol tan grande de allí. Y no estás soñando. ¿Acaso es tan raro que hable?, si quieres no digo nada de ahora en adelante.
- Hombre…no, tampoco quería…
- Bueno entonces sigo - interrumpió Pito -. ¿Me dices de una vez tu nombre?. ¿Y por qué has venido?, hacía mucho tiempo que no veíamos a humanos por aquí.
- Me llamo Yona - contestó más tranquilo pasado el pequeño trance -, y he venido…a dar un paseo. Estaba jugando un poco más allá y decidí entrar en el bosque para seguir jugando, o buscar juguet…
- ¡Mira!, ahí está Paquito. ¿Lo has visto?.
- Sí, lo he visto. Se ha metido en aquel agujero del árbol.
- Claro, irá a echarse la siesta.
- ¿Cómo la siesta?, es que también os echáis la siesta eh - Yona no daba crédito.
- Algunos. Los más dormilones. A mí me gusta más jugar con mis primos y hermanos, pero hoy no están. A esta hora el bosque está tranquilo y es el mejor momento para llevar a cabo algunas travesuras, jejeje. Sí…jejeje. La semana pasada hicimos una buena. El señor Nójet estuvo a punto de arrancarnos las plumas a mordiscos. Si nos llega a atrapar… - comentaba Pito -. Esos tejones son muy cascarrabias, no soportan que les gastes una broma. Siempre están de mal humor, lo cual nos encanta, jejeje. Sí, es verdad que nos pasamos un poco con él. Pero lo único que queremos es jugar un rato y nunca hacemos daño a nadie. Bueno… casi nunca claro, jejeje, porque hace unos días dejamos demasiado tiempo colgado de una rama al pequeño Orroz, atando su cola, y al pobre se le subió la sangre a la cabeza. Bueno más bien se le bajó, jajajajajajaj. ¿Has oído?, se le bajó…jajaja. Su padre quería hacerse un rico puré con nuestros cuerpecitos. Y nuestros padres nos tuvieron dos días sin salir del nido. Menudo aburrimiento… -.

  Aquel periquito no paraba de hablar. Parecía una cotorra, como decía su padre de la abuela Nancy. Yona siguió caminando adentrándose en el bosque mientras Pito no paraba de taladrarle la oreja con historias de unos y otros habitantes del bosque.

- … y cuando hace mucho frío se concentran al otro lado del camino, bajo el resguardo de las rocas, familias enteras buscando cobijo para sobrellevar el temporal. Otros en cambio aprovechan la ocasión para divertirse un poco. Si, jejeje… menudas guerras de bolazos nos echábamos con la nieve. La pobre Amalop siempre acaba…
- ¿Es que no te vas a callar nunca?. Ya me has despertado, un día más. Conseguirás que te sellen el pico si sigues así - interrumpió otro pajarito pardo que apareció de la nada entre la hojarasca del suelo dando graciosos saltitos  que no   cuadraban   con     su    mal genio. 

 Yona se fijó bien y afirmó en su cabeza que era una codorniz, como las que rara vez traía a casa el abuelo cuando salía a montear con sus compinches. Una vez trajo una cría viva y él la cuidó durante varias semanas. Consiguió que sobreviviera, pero un día apareció abierta la puerta del cobertizo que le había preparado y su amiguito ya no estaba. Su abuelo le contó una historia muy rara para justificarlo. Le dio mucha pena, pero recuerda que se le pasó el berrinche con la rica comida que su madre le preparó ese día: arroz con pollo … mmm. Le encantaba, y esa vez el pollo sabía especialmente rico. Mamá le dijo que era un pollo especial. 

- Siempre encuentras una excusa para dar la tabarra - continuó el nuevo invitado -. A ver qué mosca te ha picado ahora. ¿Quién es éste? - preguntó el malhumorado galliforme al tiempo que levantaba patoso el vuelo y conseguía a duras penas llegar al hombro izquierdo del chico para posarse, abofeteando repetidas veces la mejilla de Yona con sus largas alas.
- Me llamo Yona. ¿Y usted cómo se llama? - preguntó él alucinando porque también hablara este pájaro.
- Señor Zinrodoc para ti, joven pazguato. ¿Qué se te ha perdido en este bosque?. ¿A caso necesitas llenar la cazuela para la cena?. Y claro… me has visto jugosón, ¡verdad!. No llenaríais el buche de toda la familia con este enclenque famélico y has pensado llevarme a mi ¡eh! - divagó Zinrodoc, señalando con sus puntiagudas alas al pequeño periquito, cada vez más airado -. ¿Es eso verdad?. Es eso…
- Pero ¿qué cena, qué cazuela, …? - interrumpió Yona -. Lo único que hacía era caminar. Y entonces Pito se puso a hablarme y luego ha aparecido usted. Además, si quisiera llevarle a la cazuela ¿cree que estaría aguantando como me clava sus garritas en el hombro?. Me lo está haciendo polvo. Ustedes vuelan y yo tengo que llevarlos encima. Así que por lo menos podría ser un poco más amable - increpó el chico derrochando personalidad -. Y le voy a decir más. Que yo sepa ni los periquitos ni las codornices viven en los bosques así que yo puedo estar aquí lo mismo que ustedes, creo…
- ¡Miren! - gritó Pito haciendo retumbar de nuevo el cerebro de Yona -. Es el viejo Añarasum. ¡Está herido!.

  Los dos pajaritos volaron rápido hacia el pequeño animal que estaba recostado en la base de un árbol a poca distancia. Y Yona fue también a ver qué pasaba.

  El roedor estaba gimiendo y suspirando como lo haría un anciano moribundo. A Yona le recordaba a la abuela Telma pocos días antes de que falleciera.
  ... continuará.